Serie de Historias
para crear nuestra propia sinfonía.
Por: Paola Andrea Ramírez B.
En
Pereira, la Ciudad de las Puertas Abiertas, donde Nadie es Forastero; la
Querendona, Trasnochadora y Morena, la Perla del Otún, desde hace 7 años se
realiza un evento de relevancia para el mundo musical tanto nacional como
internacional; una fiesta cultural que convoca a niños, jóvenes y adultos; músicos y aficionados, expertos y neófitos;
una actividad que se consolida como el proyecto cultural más importante que se
realiza en la región, por la dimensión de su ejercicio logístico, por la
calidad de sus invitados, por el ambiente de inclusión en el que se desarrolla,
por la dinámica comercial y turística que genera en la ciudad, por su
proyección y la multiplicación de
espectadores y por ser el único en su género en el país… El Festival Sinfónico.
Claro
que para muchos es esperado que quienes hacen parte de determinado evento hablen bonito de
él, pero ¿Por qué no reconocer públicamente el orgullo que me produce hacer
parte del engranaje de un evento que quisiera que muchos se permitieran disfrutar?
Sí, hablaré bonito de mi familia sinfónica porque este es un ejercicio cultural
que debe hacer parte de la agenda de todos y que a pesar de la gran cantidad de
dinero que requiere y los escasos recursos que se obtienen, cada año se realiza
con mayor esmero, cuidando muchos detalles, reconociendo que desde luego hay
mucho por mejorar, pero que tiene un norte claro, definido y hacia el cual nos
dirigimos, con la ayuda de quienes pueden permitirnos lograrlo.
Y
es que el eco de las voces que año tras año recibimos de los músicos que se benefician de los talleres
y clases magistrales, así como de quienes vienen invitados a las galas y presentaciones
en los barrios, colegios y centros comerciales; de los gestores
culturales, docentes, ejecutivos, amas
de casa, periodistas, funcionarios públicos y privados, empresarios, niños, artistas de diferentes disciplinas,
etc, de todos aquellos que de una u otra forma han conocido y hecho parte del
Festival, así sea por accidente, retumban en nuestras cabezas a la hora de
diseñar una programación que sea del interés de todos y no nos permiten bajar
la guardia, aunque en ocasiones sea un tanto frustrante el no ofrecer lo que
quisiéramos por no contar con los recursos necesarios para hacerlo.
Pero
bueno, nada de pesares porque
precisamente a partir de esas voces, es que siento la necesidad de
compartirles la otra cara del Festival
Sinfónico y lo haré en una serie de pequeñas historias, remembranzas o como
quieran denominarlas, que simplemente visibilizan un cúmulo de momentos que van
más allá de las presentaciones artísticas y que vivimos antes, durante e
incluso después del Festival, anécdotas, personajes o instantes que representan
los otros protagonistas de este sueño que cada mes de noviembre quiere
convertir a Pereira, en la Capital Sinfónica de Colombia.
Historia
No. 1…Los
límites solo están en las cabezas de quienes los quieren ver.
Calmar
el apetito de 200 personas diariamente es una tarea ardua, además de ser un
compromiso exigente que requiere ofrecer algo que guste a todos, balanceado, de
calidad y en horarios, a veces, no convencionales. En esta tarea gastronómica y
astronómica, se encuentran dos mujeres empresarias que acompañadas de su equipo
de trabajo, sin dejar de estar al frente de todo y supervisar las necesidades
de cada uno, comenzaron a hacer parte de esta familia hace algunos años. Mujeres
carismáticas que literalmente se ponen la camiseta y se esfuerzan por
complacer cada año nuestros requerimientos y necesidades y seguro que lo
logran. Paola y Diana, se encargan de proveer
durante los 4 días del Festival, la alimentación de nuestros músicos invitados
y personal logístico, pero más sorprendente que su buena comida, ha sido encontrarlas
entre el público del Teatro Santiago Londoño ( y no precisamente porque pidan
boletas de cortesía). Se puede decir que para estar en contexto, han hecho su
parte y han dejado aflorar sus
inquietudes musicales- aunque el mundo sinfónico no fuera el más cotidiano para
ellas- y cuando el trajín y las duras
jornadas del Festival se los permite, disfrutan
de los conciertos programados. Pero no
solo basta con confirmar que estuvieron allí porque alcanzamos a verlas entre
la multitud, sino porque al día
siguiente nos reciben con comentarios sobre lo que disfrutaron y sin ser
expertas en el tema, sus apreciaciones nos sorprenden.
Y
a propósito de sorpresas, lo que me llamó firmemente la atención alguna vez,
luego de terminada la cuarta versión del Festival (que en ese entonces se
llamaba Temporada Sinfónica), fue un
mail enviado por Diana a Leonardo Valdés, Director del Festival, y me tomo el
atrevimiento de copiar textualmente uno de sus párrafos: “Aprovecho para agradecerle
porque gracias a la confianza depositada por usted en nosotras nos hemos
dado cuenta de que los límites solo están en las cabezas de quienes los quieren
ver. Para nosotras cada encuentro significa dedicación, preparación y esfuerzo,
que finalmente vemos y sentimos reflejados en los excelentes comentarios que se
dan alrededor de este evento. Gracias por hacernos parte de su equipo de
trabajo... personas como usted son las que necesita la sociedad, esmeradas por
dejar huella y hacer crecer a la humanidad con cultura y música”.
No
sé ustedes, pero a mi realmente me
agrada no perder la capacidad de asombro y llenarme con cosas tan simples como
esta, en la que personas del común, quizás no muy dedicadas a los eventos
culturales o en este caso, con un conocimiento poco o nulo sobre música
sinfónica, se permiten acercarse a una
fiesta en la que sus oídos y espíritus disfrutan de la magia de la música y su
atención, amabilidad y carisma, exaltan y representan, muchos de los valores de
las personas de esta región.
El Festival Sinfónico de Pereira es un
universo en el que confluyen personas de
diversas edades, condiciones sociales y
culturales, que para entenderse
solo necesitan del lenguaje de la música, el que se hace decodificable y
universal gracias a la pasión de sus intérpretes y a la fidelidad de sus oyentes,
quienes junto a otros personajes, como Diana y Paola y otros tantos de los
cuales hablaremos posteriormente, son notas que se unen para con estas pequeñas
historias, crear nuestra propia sinfonía.