miércoles, 25 de abril de 2012

La Otra Cara del Festival... No. 1 Los límites solo están en las cabezas de quienes los quieren ver.



Serie de Historias para crear nuestra propia sinfonía.
Por:  Paola Andrea Ramírez B.

En Pereira, la Ciudad de las Puertas Abiertas, donde Nadie es Forastero; la Querendona, Trasnochadora y Morena, la Perla del Otún, desde hace 7 años se realiza un evento de relevancia para el mundo musical tanto nacional como internacional; una fiesta cultural que convoca a niños, jóvenes y adultos;  músicos y aficionados, expertos y neófitos; una actividad que se consolida como el proyecto cultural más importante que se realiza en la región, por la dimensión de su ejercicio logístico, por la calidad de sus invitados, por el ambiente de inclusión en el que se desarrolla, por la dinámica comercial y turística que genera en la ciudad, por su proyección y la multiplicación  de espectadores y por ser el único en su género en el país… El Festival Sinfónico.

Claro que para muchos es esperado que quienes hacen  parte de determinado evento hablen bonito de él, pero ¿Por qué no reconocer públicamente el orgullo que me produce hacer parte del engranaje de un evento que quisiera que muchos se permitieran disfrutar? Sí, hablaré bonito de mi familia sinfónica porque este es un ejercicio cultural que debe hacer parte de la agenda de todos y que a pesar de la gran cantidad de dinero que requiere y los escasos recursos que se obtienen, cada año se realiza con mayor esmero, cuidando muchos detalles, reconociendo que desde luego hay mucho por mejorar, pero que tiene un norte claro, definido y hacia el cual nos dirigimos, con la ayuda de quienes pueden permitirnos lograrlo.

Y es que el eco de las voces que año tras año recibimos de  los músicos que se benefician de los talleres y clases magistrales, así como de quienes  vienen invitados a las galas y presentaciones en los barrios, colegios y centros comerciales; de los gestores culturales,  docentes, ejecutivos, amas de casa, periodistas, funcionarios públicos y privados, empresarios,  niños, artistas de diferentes disciplinas, etc, de todos aquellos que de una u otra forma han conocido y hecho parte del Festival, así sea por accidente, retumban en nuestras cabezas a la hora de diseñar una programación que sea del interés de todos y no nos permiten bajar la guardia, aunque en ocasiones sea un tanto frustrante el no ofrecer lo que quisiéramos por no contar con los recursos necesarios para hacerlo.  

Pero bueno, nada de pesares porque  precisamente a partir de esas voces, es que siento la necesidad de compartirles  la otra cara del Festival Sinfónico y lo haré en una serie de pequeñas historias, remembranzas o como quieran denominarlas, que simplemente visibilizan un cúmulo de momentos que van más allá de las presentaciones artísticas y que vivimos antes, durante e incluso después del Festival, anécdotas, personajes o instantes que representan los otros protagonistas de este sueño que cada mes de noviembre quiere convertir a Pereira, en la Capital Sinfónica de Colombia.

Historia No. 1…Los límites solo están en las cabezas de quienes los quieren ver.

Calmar el apetito de 200 personas diariamente es una tarea ardua, además de ser un compromiso exigente que requiere ofrecer algo que guste a todos, balanceado, de calidad y en horarios, a veces, no convencionales. En esta tarea gastronómica y astronómica, se encuentran dos mujeres empresarias que acompañadas de su equipo de trabajo, sin dejar de estar al frente de todo y supervisar las necesidades de cada uno, comenzaron a hacer parte de esta familia hace algunos años.  Mujeres  carismáticas que literalmente se ponen la camiseta y se esfuerzan por complacer cada año nuestros requerimientos y necesidades y seguro que lo logran.  Paola y Diana, se encargan de proveer durante los 4 días del Festival, la alimentación de nuestros músicos invitados y personal logístico, pero más sorprendente que su buena comida, ha sido encontrarlas entre el público del Teatro Santiago Londoño ( y no precisamente porque pidan boletas de cortesía). Se puede decir que para estar en contexto, han hecho su parte y han dejado aflorar  sus inquietudes musicales- aunque el mundo sinfónico no fuera el más cotidiano para ellas- y  cuando el trajín y las duras jornadas del Festival se los permite,  disfrutan de los conciertos programados. Pero  no solo basta con confirmar que estuvieron allí porque alcanzamos a verlas entre la multitud, sino porque  al día siguiente nos reciben con comentarios sobre lo que disfrutaron y sin ser expertas en el tema, sus apreciaciones nos sorprenden. 

Y a propósito de sorpresas, lo que me llamó firmemente la atención alguna vez, luego de terminada la cuarta versión del Festival (que en ese entonces se llamaba Temporada Sinfónica),  fue un mail enviado por Diana a Leonardo Valdés, Director del Festival, y me tomo el atrevimiento de copiar textualmente uno de sus párrafos: “Aprovecho para agradecerle porque gracias a la confianza depositada por usted en nosotras nos hemos dado cuenta de que los límites solo están en las cabezas de quienes los quieren ver. Para nosotras cada encuentro significa dedicación, preparación y esfuerzo, que finalmente vemos y sentimos reflejados en los excelentes comentarios que se dan alrededor de este evento. Gracias por hacernos parte de su equipo de trabajo... personas como usted son las que necesita la sociedad, esmeradas por dejar huella y hacer crecer a la humanidad con cultura y música”.

No sé ustedes,  pero a mi realmente me agrada no perder la capacidad de asombro y llenarme con cosas tan simples como esta, en la que personas del común, quizás no muy dedicadas a los eventos culturales o en este caso, con un conocimiento poco o nulo sobre música sinfónica,  se permiten acercarse a una fiesta en la que  sus oídos y espíritus  disfrutan de la magia de la música y su atención, amabilidad y carisma, exaltan y representan, muchos de los valores de las personas de esta región.

El Festival Sinfónico de Pereira es un universo en el que confluyen  personas de diversas edades, condiciones sociales y  culturales,  que para entenderse solo necesitan del lenguaje de la música, el que se hace decodificable y universal gracias a la pasión de sus intérpretes y a la fidelidad de sus oyentes, quienes junto a otros personajes, como Diana y Paola y otros tantos de los cuales hablaremos posteriormente, son notas que se unen para con estas pequeñas historias, crear nuestra propia sinfonía.

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